Prime Video

¿Tienes una relación tóxica con los anuncios de televisión? Tengo malas noticias para ti

Ayer estuve reflexionando cómo es nuestra relación con los anuncios y la publicidad y he llegado a la conclusión de que, en la mayoría de los casos, es bastante tóxica. En realidad, bajo mi punto de vista, siempre lo ha sido. No hemos sabido relacionarnos bien con los anuncios de televisión (y con cualquier otro tipo de publicidad en otros soportes) y hemos pasado de ser absolutamente permisivos con ellos a querer eliminarlos a toda costa.

Todos los extremos son malos, esto es algo que ya sabemos. Y ni los anuncios del televisión son el diablo, ni debemos aceptar estar totalmente a su merced.

De pasar a ver veinte minutos de anuncios a no tener ninguna interrupción: la balanza nunca ha estado equilibrada

No soy una persona a la que en general le moleste la publicidad. Creo que es muy necesaria, especialmente si pretendemos consumir contenidos gratuitos (un programa de televisión, una reseña gastronómica en internet o incluso leer este artículo que tienes frente a tus ojos). La creación de contenido en todas sus facetas necesita publicidad.

Pero ni calvo, ni con dos pelucas. Recuerdo en los 2000s cuando los anuncios de televisión eran exageradamente largos. Todos estamos pensando en esa cadena que va sintonizada en el dial 3 que podía emitir veinte minutos seguidos de publicidad sin despeinarse. Y ahí estábamos nosotros, sus espectadores y clientes, que nos habría dado tiempo a hacer nuestra tesis doctoral en esas pausas publicitarias, sin quejarnos demasiado por esa situación. Será porque no había Twitter.

Y digo clientes (tal vez te choque esa definición) porque al final toda empresa, sea del ámbito que sea, sobrevive gracias a quienes consumen sus productos y/o servicios. Así que sí, llámate espectador, audiencia o como quieras, pero a fin de cuentas eres el cliente final de esa telenovela turca de Antena 3 o del nuevo programa de Ana Rosa Quintana de Telecinco.

publicidad anuncios de television

Con el tiempo, el asunto fue poco a poco girando. En el año 2010, TVE eliminó los anuncios de su parrilla, para cumplir con la nueva Ley de Financiación. Reservaba los emplazamientos publicitarios a ciertos contenidos, como los eventos deportivos de interés general.

El resto de cadenas empezó a adoptar un nuevo modelo publicitario, llamado product placement. ¿Era casualidad que Los Serrano desayunaran mostrando el cartón de leche de determinada marca? ¿O que Ruth, de Física o Química, llegara a clase con una bolsa de cierta tienda de zapatos? No, no lo era. Estabas consumiendo publicidad de igual manera, pero de un modo más orgánico y cómodo. A mí, personalmente, el product placement me parece uno de los mejores tipos de publicidad que existen. No es invasivo, no molesta y no te roba tiempo.

Después llegaron las plataformas de streaming, las cuales, a cambio de pagar una cuota mensual, nos permitían ver todo su contenido sin cortes de anuncios (el mencionado product placement sigue estando en algunas películas o series, esto ya queda en el tejado de la productora pero igualmente debe estar bien etiquetado al inicio de la visualización).

Hemos pasado del todo al nada. Y nos hemos mal acostumbrado. El problema es que todo es cíclico, todo vuelve. Y la publicidad también.

Pagar por el servicio y ver publicidad: algo mal estamos haciendo

Bajo mi opinión, la publicidad se justifica cuando un servicio es gratuito. Como te decía, la televisión en abierto o los contenidos que consumimos por internet deben vivir de algo. El amor al arte no paga facturas.

Sin embargo, me preocupa que poco a poco estamos volviendo a consumir publicidad en algunos soportes por los que ya pagamos. Quizá el ejemplo que más me molesta es el de las salas de cine. Por cercanía, suelo acudir con cierta periodicidad a la cadena Cinesa. Me enfada que pague mi entrada, se marque como hora de inicio las 17 horas (por poner un ejemplo) y la película no empiece hasta las 17.20h (en el mejor de los casos) o 17.30h. Supongo que en el resto de cines será similar. Pero… ¿no estoy pagando ya con mi entrada?

cine espectadores

Quizá esto se asemeja bastante a un caso que sí tenemos interiorizado es la publicidad en la prensa escrita. Pagamos por nuestra revista o periódico favorito y también tenemos páginas completas exclusivamente destinadas a la publicidad. Puedo comprender que una empresa busque diferentes formas de financiación, como autónoma que soy tengo bien interiorizado eso de agarrarte a todas las ramas posibles, pero en algunos casos quizá hay que encontrar un mayor equilibrio.

Pero quizá el tema que más discordia está levantando es el de las tarifas con anuncios de las plataformas de streaming. Si no me falla la memoria, Netflix fue la primera en implementarlo. Y recibió muchas, muchísimas críticas por ello, pero, oye, las cifras avalan esta decisión. En el primer año, el plan con anuncios de Netflix sumó más de 15 millones de usuarios en todo el mundo.

A la vista de esto, es lógico que otras plataformas se estén sumando poco a poco a esta nueva moda de abaratar el precio de la suscripción a cambio de ver publicidad. Disney+ o Prime Video son otras que ya lo han anunciado.

Bajo mi punto de vista, Prime Video ha sido la plataforma más inteligente a la hora de colarnos sus anuncios

Personalmente, le veo lagunas al plan. Siguiendo con el ejemplo de Netflix o Disney+, si no queremos que nuestra tarifa se dispare de precio (y no está el horno para bollos), tenemos que aceptar ver anuncios, pero también reducir la calidad de la prestación del servicio. Porque ya no es solo el hecho de ahorrarnos unos eurillos a cambio de ver publicidad, es que también perdemos ciertas funcionalidades como la bajada en la calidad de reproducción, catálogo limitado, descargas offline o número de dispositivos que pueden reproducir a la vez.

Prime Video le ha dado una vuelta de tuerca. Según ha anunciado, mantiene precios, pero te colará anuncios sin que tú tengas que hacer nada. ¿Quieres eliminarlos? Entonces paga más. Al final es el mismo perro con diferente collar, pero teniendo en cuenta que Prime Video va incluido dentro de la suscripción Prime de Amazon, y por tanto no nos supone una cuota extra, a día de hoy es mi plataforma preferida y la única que consumo.

Y ya no solo depende de las cadenas o las plataformas: nuestra Smart TV también nos muestra anuncios

Si los anuncios de televisión te ponen el ojo a temblar como a la madre de Margarita, la Niña Repelente, tengo malas noticias para ti. Los anuncios de publicidad ya no solo están en plataformas de streaming o en los canales de televisión. Los propios dispositivos también se están sumando a esta “moda”.

madre nina repelente

Hace unos meses te hablamos de Telly, una marca de televisores que ofrece su TV gratis a cambio de tener una segunda pantalla con reproducción continua de anuncios. ¿Has escuchado alguna vez eso de que si no pagas por un producto, el producto eres tú? Pues eso.

Este es un caso muy extremo, pero no es el único. Y quizá tú también lo estás viviendo ya en tus propias carnes. Por ejemplo, en 2020 Google empezó a mostrar anuncios en la pantalla de inicio de Android TV. En este tutorial puedes ver cómo cambiar la configuración de anuncios en Android TV, pero básicamente ya te adelantamos que no puedes eliminar los anuncios, solo cambiar el ID de publicidad para que no te envíen anuncios personalizados. Tizen, el sistema operativo propio de los televisores Samsung, también pueden venir con bloatware.

En mi caso, tengo una Smart TV LG, modelo de 2019, y de momento no he visto publicidad en ella de forma nativa (y si me la han colado no me he dado ni cuenta).

Aunque no lo parezca, la publicidad está regulada (también los anuncios de televisión)

En España, hay hasta cuatro normativas cuyo objetivo es regular la publicidad:

  • Ley General de Publicidad (Ley 34/1988)
  • Ley General de la Comunicación Audiovisual (Ley 7/2010)
  • Ley de Competencia Desleal (Ley 3/1991)
  • Directiva sobre publicidad engañosa y publicidad comparativa (Directiva 2006/114/CE)

En ellas, se recogen las regulaciones básicas por las que se debe regir la publicidad, también los anuncios de televisión. Por ejemplo, siempre que haya publicidad, tiene que estar debidamente etiquetado. En algunas cadenas lo vemos como “Emplazamiento publicitario”, “Puede contener anuncios” o cualquier otra fórmula, pero debemos saber que, volviendo con el ejemplo de la marca de leche de Los Serrano, que si está sobre la mesa no es porque a Fran Perea, aka Marcos, le flipe esta leche.

Esto de la publicidad debidamente etiquetada aplica a todos los soportes publicitarios. Sí, también a las redes sociales. No sé tú, pero yo estoy hasta el moño de “me he comprado”, “me habéis preguntado”, “tengo el pelo genial por” y un par de stories después, su código descuento. Y ni rastro del “ad, collab, invitación, gifted o mehanpagadoco*onesylodigoporquenotienenadademalo”.

anuncios de television netflix

En el caso de los anuncios de televisión, hay ciertos asteriscos que conviene destacar. Por ejemplo, ¿alguna vez has notado que sube el volumen de tu televisión de forma misteriosa cuando llegan los anuncios? Bien, pues ya te adelanto que esto no debería ser así. De hecho, viene indicado en la Ley General de la Comunicación Audiovisual (Ley 7/2010, artículo 14.2): “tanto los mensajes publicitarios en televisión como la televenta deberán estar claramente diferenciados de los programas mediante mecanismos acústicos y ópticos según los criterios generales establecidos por la autoridad audiovisual competente. El nivel sonoro de los mensajes publicitarios no puede ser superior al nivel medio del programa anterior”. De hecho, hay sentencias que le han dado la razón a los espectadores, como el caso que sucedió en 2018, cuando la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia tuvo que tirar de las orejas de Fox España por este hech.

La publicidad no es el demonio, pero es importante que tengamos una relación sana con los anuncios de televisión

Como te decía al principio de este artículo, no estoy en contra de la publicidad, ni muchísimo menos. Pero sí que creo que deberíamos trabajar en esa relación tóxica que a veces tenemos con los anuncios de televisión. Ni están totalmente libres de pecado, ni son el mismísimo demonio que entra en nuestro hogar en forma de publicidad de champú con queratina. Debemos ser conscientes de que la publicidad forma parte de nuestra vida y debemos aprender a relacionarnos con ella.

Quizá el paradigma que estamos viviendo actualmente nos puede servir para hacer un poco de pensamiento crítico y aprender qué debemos tolerar y qué no, dónde están los límites. No creernos todo lo que nos cuentan, pero tampoco aceptar todas las condiciones sin pararnos a pensar si realmente es lo que queremos.

Eso es lo que me sucedió con Netflix. Sus nuevas tarifas no me convencieron y, oye, fue tan sencillo con dar de baja el servicio y listo. No lo echo de menos. No me voy a quedar descolgada de la sociedad por no pasarme cuatro horas al día reproduciendo series en bucle. Sin embargo, sí he aceptado los cambios de Prime Video simplemente porque creo que se alinean mejor con lo que espero como usuario.

No me importa ver anuncios, siempre que sea algo que esté bien controlado y justificado. En esta sociedad en la que somos de swipe rápido y no aguantamos un contenido que no nos engancha durante más de tres segundos, en el fondo creo que la publicidad puede llegar a ser incluso un ejercicio de paciencia, de “perder” treinta segundos de nuestro tiempo y que no entremos en pánico.

Sin embargo, reconozco que no soy partidaria de la incorporación de publicidad en el software de un televisor, porque yo ya he pagado por ese producto y no tengo por qué generar al fabricante de turno más ingresos de los que yo he aceptado de forma consciente. Este sí que me parece un tipo de publicidad intrusivo.

Los anuncios de televisión han vuelto y parece que, esta vez, lo ha hecho para quedarse. En nuestra mano está disfrutar de una verdadera relación sana con ellos.

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